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Captar siempre la atención del enfermo.
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Dar órdenes sencillas, siempre positivas; mejor “quédate sentado” que “no te levantes”.
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Tener siempre en cuenta el tiempo de reacción, de por sí más largo en personas mayores. Después de dar una orden hay que dar tiempo a que la ejecute, sin impacientarse y sin hacerlo en lugar del paciente.
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Avanzar paso a paso, asegurándose de que tenga bien establecida la rutina o el ejercicio que esté trabajando para pasar a la siguiente
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Mantener el respeto al paciente, nunca hablar como si no estuviera.
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Cuando el lenguaje hablado falla, utilizar el lenguaje gestual, las sonrisas, el tacto. El enfermo siempre entiende el lenguaje afectivo
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Tener en cuenta los déficits sensoriales, vista, oído, etc…
Pedir el asesoramiento de un profesional para la evaluación y seguimiento del paciente, así como para la aplicación de ayudas técnicas y adaptación de la vivienda.